Pensament, xarxa i processos a La Caldera

 

liquidDocs > "Las Conversaciones en La Caldera" del año 1997 abrieron las líneas del centro que querían ir más allá de las prácticas del arte del movimiento, para añadir la reflexión y el debate a la actividad regular de éste, los ensayos y las aulas. En varias ediciones, las Conversaciones tratarían las temáticas de "La música y la danza", "La danza y el vídeo" o "El teatro y la danza". Desde 1999, La Caldera da un nuevo paso adelante y se involucra en redes creativas que lo abren a escalas diversas, desde la escena internacional al distrito, y colabora y se abre a los acontecimientos, a las entidades y a los centros de la ciudad. Un caso paradigmático de este nuevo posicionamiento, que se pone en funcionamiento de la mano de Toni Cots, es el ingreso de La Caldera en la red europea Junge Hunde ("sangre joven"), con la que se ponen contacto centros de Hamburgo (Kampnagel), Copenhague (Kanonhallen), Leeds (Yorkshire Dance), Amberes (Monty), Ancona (Polverigi Festival), Liubliana (Bunker), París (La Villette Spectacles) y Barcelona. Esta red facilita intercambios y coproducciones, y crea condiciones para el encuentro entre artistas jóvenes y artistas más experimentados. Así, el creador deviene en un sujeto itinerante, y los públicos se amplían exponencialmente. Otras participaciones e intercambios de la primera etapa de La Caldera tienen lugar en 1999 con el IETM (Informal European Theatre Meeting) en la Sala 0 del centro; en 1999-2000, las Migraciones del Writing Research Associates (Inglaterra), que giran alrededor de la performance; entre 1998  y 2001, los "Triángulos de arte en las plazas de Gràcia" se hacen en colaboración con el Ayuntamiento del Distrito, y llevan actividades al espacio público a lo largo de la Fiesta Cultural del mes de junio; en 2003, se celebran los lunes de "La Caldereta" con la colaboración del Mercat de les Flors; se ponen en marcha los vínculos con asociaciones de la ciudad, como por ejemplo la Associació de Professionals de la Dansa de Catalunya, La Porta, La Poderosa, Dies de Dansa, Experimentem amb l’Art...

Desde el año 1999, los seminarios, talleres y presentaciones de las ediciones anuales de Caldera Express T-43, bajo la dirección de Toni Cots, sirvieron para situar definitivamente a La Caldera en el mapa internacional de centros de creación (empezando por aquellos de la red Junge Hunde), así como para posicionarse en el ámbito de la producción. 

Lipi Hernández explica, sobre el proyecto de Caldera Express: "Fue un encargo que le hicimos a Toni Cots, una persona muy relacionada a nivel internacional, que había sido director del Festival de Teatro de Sitges y había trabajado en Copenhage. [Cots había estado vinculado, entre 1994 y 2000 a proyectos como The European Theatre, y al proyecto sociocultural Borderland]. En Caldera Express, Cots era el director artístico, y La Caldera también formaba parte de la dirección. Intentábamos que cada año hubiera un tema específico, como por ejemplo "Dramaturgia y coreografía", en el que poníamos a trabajar juntos a dramaturgos y a coreógrafos. De un Caldera Express, el de 1999, surgió la semilla de Bésame el cactus de Sol Picó, que había trabajado con André Lepecki”. En aquella primera edición de los encuentros interdisciplinarios, del 24 al 28 de marzo del 1999, tuvieron lugar otras conversaciones sobre danza también entre SenZa TemPo y Diana Theodores (profesora de la Dartington School of Arts, Reino Unido), y entre Búbulus y Johannes Odenthall (director artístico del Festival de danza Sprachen des Korpes de Stuttgart). Para Sol Picó aquella experiencia representó un punto de inflexión, que iniciaba un camino que posteriormente daría muchos frutos. Sol recuerda las jornadas compartidas con Lepecki: “Aquello fue el embrión de Bésame el cactus, y se trataba de una actividad entre dramaturgos y coreógrafos. Nos encontrábamos sin conocernos de nada, únicamente nos habíamos explicado alguna idea por e-mail, y al encontrarnos teníamos que generar algo en pocos días. Para mí fue muy importante, porque de allí nació esta obra que me aportó la primera aproximación al mundo de los dramaturgos. Mi compañía era joven, tenía pocos años, pues había nacido en 1993, y yo ya estaba haciendo espectáculos. El hecho de compartir el trabajo con un dramaturgo fue un cambio importante, si bien yo ya lo había hecho antes con Los Rinos y con Sixto Peláez. Pero ahora se trataba de una cosa dedicada a mí, donde hacíamos unos solos, unos “mano a mano”... y me sirvió para encontrar una vía, porque después de trabajar con Lepecki trabajé con Txiki Berraondo, y desde aquel momento el trabajo con los dramaturgos ya fue muy importante”. 

Las sesiones de trabajo entre André Lepecki y Sol Picó consistían en un intercambio mutuo de sugerencias, un diálogo en el que el uno hacía preguntas, la otra respondía con movimientos, y donde la curiosidad y el cuestionamiento iban dejando aflorar posibilidades, escenas, pasos y giros. Fue todo un proceso de trabajo progresivo, constructivo y sorpresivo, al que se incorporaría más tarde la violinista Olvido Lanza, y también Txiki Berraondo. Una vez acabado aquel Caldera Express, Sol ya tenía unos cuarenta minutos de un montaje todavía pendiente de desarrollar, con algunos elementos que se transformarían en capítulos fundamentales de la creación de Bésame el cactus. En ediciones posteriores, Caldera Express tendría lugar también en redes como el Dance Roads, que trataban de establecer nuevos circuitos de distribución, y con partners como La Porta. El Express se consolidaría con los años, y trabajaría en temas como "La actualidad de la performance" (2000), "La coreografía: ¿por una dramaturgia del cuerpo?" (2001), “Cuerpo y tecnología: presencia y ausencia” (2006) y alrededor de la experimentación y de los nuevos lenguajes (con John Jasperse). A lo largo de las sucesivas ediciones, contó con profesores y ponentes invitados como Nigel Charnock (2002), Benoît Lachambre y Marta Galán (2003), Julyen Hamilton (2004), DD Dorvillier (2006) o Scott deLahunta (2006), entre otros.

Aparte del valor intrínseco de estas actividades, encuentros y laboratorios,  hubo todo lo que las actividades generaron y pusieron en marcha. Y la oportunidad de reflexionar, que los diferentes programas ofrecían a los asistentes y espectadores, al observar trabajos en curso de otros creadores, al analizar las trayectorias propias y de los demás... En este sentido, Toni Mira dice: “Una de las cosas que más me han gustado de La Caldera, aparte de la amistad y el vínculo humano con los socios, fue cuando Toni Cots empezó a traer a gente de fuera. A mí aquello me cambió mi trayectoria profesional, porque yo soy como una esponja, y me ayudó mucho a empezar a trabajar. Por ejemplo con la dramaturga Txiki Berraondo, o con músicos de otras compañías... Todo aquello me fue modelando, y por lo tanto yo, si no hubiera trabajado en La Caldera, seguramente no hubiera hecho los espectáculos que he hecho, ni seria cómo soy... En mi caso,  hubo un contagio muy importante de maneras de hacer y de pensar. Las actividades de La Caldera ligadas al pensamiento de la danza empezaron a hacerme entender qué es lo que yo realmente estaba haciendo.  Había alguien que, por primera vez, teorizaba sobre lo que hasta entonces yo había hecho de una forma muy intuitiva. Aquello me ayudó a pensar la danza, pues hasta aquel momento yo no la pensaba, sino que la intuía, la movía y la organizaba. Y me permitió ser más “pensador” de mis espectáculos... Creo que yo me he alimentado mucho de este pensamiento”.

Con el tiempo, Caldera Express posibilitaría, entre otras cosas, que artistas internacionales desarrollaran laboratorios y seminarios en el centro de creación de Gràcia, laboratorios en los que un grupo de jóvenes de la ciudad podían colaborar con un creador consolidado. En estos laboratorios los procesos tomaban el protagonismo sobre los resultados. En este sentido, desde el 2007 Caldera Grec permitió, en consonancia con Caldera Express y como continuación de este, el trabajo con creadores reconocidos, y el contacto con las distintas vertientes de su trabajo. En palabras de Lipi Hernández: "Eran talleres intensivos, en los que los coreógrafos hacían una audición. Se trabajaba tres semanas o un mes, dependiendo del artista y del presupuesto, y se presentaba el trabajo en el Festival Grec. Y alrededor de los creadores, de sus facetas poliédricas, en paralelo se presentaba su obra y se organizaba alguna conferencia. Servía para mostrar fases o capas del trabajo de los coreógrafos: como pedagogos, como directores, como intérpretes, como teóricos de su propia obra, para mostrar sus fuentes, sus lugares, su mente...". Caldera Express ponía en valor el pensamiento de la danza, la reflexión sobre la propia obra, y para hacerlo se adentraba en el "proceso de creación". Los procesos de trabajo siempre habían estado entre los temas y los intereses de La Caldera, pero desde aquellos momentos fueron el tema de muchas de sus actividades. Lo explica Inés Boza: "En La Caldera se ha dado mucha importancia a los procesos. Esa es una de las características de La Caldera: se han podido ver los procesos de trabajo, los trabajos inacabados, los resultados que no eran "espectaculares". Y esa es otra de las claves, al hablar de lo social: que la gente tenga información, que conozca lo que hacemos. Porque educar y hacer accesible la creación lleva a tener un criterio propio, y a no esperar a que otros te digan lo que es bueno y lo que no". Este interés de Inés por la reflexión sobre el propio desarrollo creativo, y sobre los matices de los procesos de creación, la llevaron años después a centrar uno de sus espectáculos en la metateatralidad, y en la explicación de la propia conformación de la obra (Anatomía de un sueño, 2009).

Los postulados, contenidos y contaminaciones interdisciplinarias en que las actividades de Caldera Express se movían, enlazan así mismo con otros aspectos muy presentes en la carrera de Boza, y en su actividad en La Caldera. Por un lado, la “lucha en contra de los gregarismos y de los guetos en el mundo de las artes escénicas”. De la otra, un interés por la dramaturgia como base de los montajes: “Para mí, el tema siempre ha sido la composición, la escritura de la pieza, y la combinación de lenguajes, las fronteras imaginarias entre teatro y danza, la dramaturgia. ¿Qué es la dramaturgia contemporánea?, ¿Cómo conectar con el público desde lenguajes no convencionales?, ¿Cómo entender esa manera más libre de hacer, llenando la palabra dramaturgia de otros tipos de contenidos?, ya que ahora el espectáculo se escribe con imágenes, vídeo, música, palabras, movimientos.... Aquí hubo una época en la que se trabajaba mucho la experimentación del movimiento y se olvidaba la relación con el público. Pero esos riesgos han aportado al teatro frescura, y elementos innovadores que han roto muchas estructuras de bustos parlantes y narrativas convencionales, al mismo tiempo que la teatralidad se ha integrado en la danza”. En última instancia, tanto Boza en concreto, como la propia dinámica de las actividades de La Caldera han invitado a saltarse etiquetas disciplinares y clasificaciones cerradas, y esto se ha constatado en las relaciones entre los creadores: “Se rompieron muchas barreras mentales y sociales, con tal de reconocer al otro y respetar el trabajo del otro, aunque la línea estética (o ética, como digo yo) de cada uno fuera distinta. El aprender a respetar las distintas miradas ha sido una verdadera escuela, y eso ha hecho que La Caldera fuera un lugar de encuentro”.