Nous paradigmes des de La Caldera: dansa i societat

 

liquidDocs > La Caldera ha estado abierta desde sus orígenes, como se ha visto, a la permeabilidad social, y se ha convertido en una plataforma que ha recibido y ha participado en múltiples iniciativas externas al centro: otras plataformas, otros centros, otros estamentos. El interés por los procesos de trabajo y la transversalidad de las creaciones que surgían del centro eran también coherentes con una visión de la danza que, con el tiempo, condujo a nuevos paradigmas. Esta actitud del centro de Gràcia se vería amplificada, mediante los enfoques y los trabajos de algunos de sus socios, hacia una orientación eminentemente social, educativa y participativa de las artes del movimiento, que deshacían así el embrujo de la alta cultura: los roles cara a cara del público hipnotizado en la platea, y del artista consagrado en el pedestal del escenario.

Primero Nats Nus con Claudia Moreso, e Iliacan y Búbulus después, trabajaron en el ámbito de la danza infantil y juvenil. Toni Mira realizó proyectos en las prisiones, y Álvaro de la Peña llevó la danza a los barrios y a los pueblos, para proponer una "Danza para cualquiera". Desde el 1994, SenZa TemPo trabajó también en propuestas para el espacio público que tuvieron mucho recorrido, y que llevaban implícitas toda una serie de cuestiones estéticas y de relaciones de cariz social. Convencían, con escenas intimistas y poéticas, a un público quizás ajeno a las grandes salas y a las salas alternativas. Todo ello encontró la continuidad y la coherencia en las propuestas de la línea CalderaBARRI, con eventos como "Portes secretes", que llevaban la danza a la calle e implicaban a gente no profesional.

La danza como herramienta social, o la danza ya no sólo como espectáculo, sino como actividad para todo el mundo, tiene sus virtudes y sus hitos. Pero también genera dilemas, porque propone muchos retos y desafíos. Según Inés Boza, desde los inicios de su carrera los intereses y motivaciones de las artes escénicas y la danza han ido variando, y han ido incorporando agentes y factores diferentes hasta llegar, según ella, a situaciones contradictorias o como mínimo ambiguas: "En los inicios, como objetivo había un verdadero compromiso estético y ético de encontrar una verdad en escena, de poner en valor la singularidad de los intérpretes, de buscar un arte escénico vivo, una danza viva, con profesionales que no se hacen en un curso ni en dos, sino con años de práctica escénica. Ahora se replantea la relación público/creador, profesional/amateur, la creación se está extendiendo, lo que está muy bien. Todo se plantea de una manera mucho más social, mediante la implicación de gente de fuera. Están apareciendo “las dramaturgias de lo real”: los actores son personas que no son profesionales, y desde las instituciones se apoya el teatro amateur y se exigen réditos sociales, como si lo social no estuviera implícito en lo que hacemos... Yo ahí vivo en una contradicción, porque hemos luchado mucho por profesionalizar y dignificar este sector”. Según Boza, con la apertura del centro de creación de La Caldera hacia ciertas tendencias y actividades merecería que éste reconsiderara su modelo, y se plantearan algunas preguntas: “Éste era un tema que se planteaba en muchas reuniones: ¿Dónde está la diferencia entre un centro de creación y un centro cívico? Porque los centros cívicos hacen muchas actividades, y muy buenas. Pero para mí, a nivel de concepto de centro la clave está ahí, en esa pregunta”.

Álvaro de la Peña participó en 2007 en la primera edición del simposio MOV-S, celebrado en el Mercat de les Flors de Barcelona, con la conferencia La danza del futuro, ¿para quién?. Ocupado desde hacía tiempo en las facetas más sociales y participativas de la danza, en su intervención Álvaro pedía lo siguiente: “que no perdamos por el camino cualidades que han hecho de la danza en los últimos tiempos y en nuestro país un motor de vanguardia, de irreverencia... de creatividad, y que no afrontemos el futuro con menor energía”. Y más adelante proponía: “Las danzas del futuro, sean las que sean las distintas evoluciones que las generaciones, tanto la nuestra como las que vienen, desarrollen, tienen que ser "no para cualquiera" pero sí desde luego “al alcance de cualquiera”. (He usado el plural aposta, para no olvidarnos del abanico de posibilidades que la danza tiene). La danza no es para cualquiera, como no lo es toda la literatura, la pintura o la poesía. La gente tiene sus gustos y preferencias y, además, existen las modas. El problema que se nos plantea es preguntarnos si esta élite que hoy se acerca a la danza es toda la que podría ser. Dicho de otra forma, todo el público potencial, todas las capas sociales, ¿tienen la misma capacidad e igualdad de condiciones para acceder a la danza?”. Pensando en el devenir de las artes del movimiento en los últimos años, De la Peña explica hoy de este modo la doble evolución de la danza: mientras una de las líneas pierde riesgo y osadía, se concentra y se hace más elitista, y propone un “producto”, otra danza se difumina para llegar cada vez a más gente: “Creo que, en términos profesionales, existe la sensación generalizada de cierta falta de energía en el ámbito de la danza. En el sentido de que antes, cuando se inició La Caldera, la gente hacía más lo que quería, porque no tenía nada que perder. Quizás es algo que tenga que ver con la obsesión por los ‘resultados’, con cierta acomodación en lo que concierne a la estética. O con la presencia y la influencia de los ‘mercados’ y, en definitiva, con todo este engranaje en el que actualmente nos hallamos inmersos, y que quizás hace un tiempo no era tan determinante o evidente, o sencillamente aún no existía... Con el tiempo, estamos todos más supeditados a cuestiones económicas, de prestigio y de glamoures, y en cierto modo el carácter revolucionario de la danza se ha perdido un poco. Pero, por otro lado, la danza también se ha abierto a la sociedad. La gente se ha dado cuenta de que no tienes que ser únicamente un mirón: uno también puede hacer la danza. Y de ahí salen esas actividades con niños, con presos, o lo que hago yo ‘con cualquiera’... Es un movimiento súper bonito, porque recupera cierta irreverencia en el arte, y porque devuelve a la sociedad lo que ésta nos ha dado, a la vez que se desmitifica el arte como algo que sólo pueden hacer unos seres elegidos... Actualmente existe esta apertura de la danza, que convive con cierto anquilosamiento y aburguesamiento, con los premios, con la necesidad de que te otorguen otra producción...”. 

Nats Nus es otra compañía de fundadores de La Caldera que explora estos ámbitos, con Claudia Moreso como responsable de los proyectos educativos y de danza infantil, y Toni Mira con los talleres de danza en las prisiones. Toni Mira, quién a lo largo de los años fue tratando de introducir los grupos de trabajo de sus proyectos en el centro de Gràcia, dice: “La compañía Nats Nus Dansa, con lo que más se involucró fue con el tema infantil. La compañía empezó a hacer cosas con niños, y más que usar La Caldera para hacerlo, lo que se hizo fue importarlo aquí, y hacer espectáculos infantiles en el centro. El otro aspecto en el que se ha trabajado ha sido lo social. Yo personalmente estuve a lo largo de cuatro años dando talleres de videodanza en las prisiones, y esto después también lo importamos a La Caldera. O sea que, en mi caso, no me he involucrado desde La Caldera a hacer cosas, sino que más bien he hecho cosas fuera de La Caldera, y después las he traído aquí, porque tenían cabida y han podido enriquecer La Caldera y enriquecerme a mí mismo. De entre estas actividades, hemos hecho varios espectáculos infantiles para el barrio, cosa que en La Caldera ya se hacía con los espectáculos de danza para adultos, y que es una cosa que también ha hecho la compañía Iliacan. Y las actividades más potentes, o más diferentes al resto, han sido la presentación de las cuatro ediciones del Lavda, el Laboratorio de Vídeo Danza y las videodanzas que habíamos hecho con la asociación Finmatun, que trabaja en las prisiones. Eran unas presentaciones que se hacían con un debate en el que participaba algún preso que ya había salido, o a quién habían dado un permiso. Y el tercer año también hicimos una actuación con ocho presas, que estuvieron actuando en directo en La Caldera. Fue como un fin de semana de bolo, pues conseguimos que las presas pasaran la noche fuera. Después de actuar, las presas fueron a dormir en nuestras casas, y el día siguiente volvieron a actuar. Se llenó la Sala 0,  hubo debates, y una exposición en el vestíbulo con vídeos y fotografías... fue una movida muy interesante. Esto tenía que seguir, queríamos involucrar al Mercat de les Flors, que se hiciera una compañía de danza con internos e internas, pero llegó la crisis, y no había ni un duro para hacerlo”.

Claudia Moreso, que ha ideado y llevado a cabo a lo largo de los años los espectáculos y los talleres infantiles de Nats Nus, ve en esta área de la danza un futuro factible y recomendable. Incluso, como posible o hipotética renovación de La Caldera, si se diera el caso. El ámbito infantil y social podrían ser, según Claudia, una salida posible del cul-de-sac al que la disciplina se ha visto abocada: “Hay una tendencia general en el mundo de la danza, que es la necesidad de formar un nuevo público, de no hacer una cosa muy elitista y aislada, alejada de la gente. Yo, al decidir que quería hacer un trabajo de danza con niños, ya tenía esta intención. La danza puede ser una compañía haciendo un espectáculo, pero también pueden ser unos niños bailando, aprendiendo a bailar en la escuela. Y lo veíamos cuando íbamos a un teatro y no se llenaba de público, o cuando en La Caldera teníamos un espacio de exhibición, en la Sala 0 mismo, donde sí que venía público, pero eran un poco los mismos de siempre. Hay que construir y ofrecer puentes, y con Nats Nus siempre hemos procurado hacer un tipo de danza cercana a la gente. No nos ha interesado tanto que venga un buen crítico, como la vecina de arriba. Y quizás esto ha faltado un poco: creo que dentro de la danza hay muchísimos estilos, pero en Barcelona se ha apostado mucho por un único tipo de producto, olvidando otros que también tienen público y facilitan que la gente se pueda acercar. Se ha apostado por un tipo de danza más experimental, con la que puede ser más difícil conectar. Por eso creo que es interesante trabajar desde la base, con los más pequeños, para normalizar la danza. Tal como se ha hecho con la pintura, por ejemplo, con la que la gente es capaz de disfrutar de una exposición de arte contemporáneo”. Claudia no le quita mérito y reconoce el valor de la impronta experimental de La Caldera, pero también apuesta por una apertura de la danza a la sociedad, mientras añade este análisis de lo acontecido con la danza en nuestro ámbito: “Aquí, en Barcelona, se eliminó lo poco que había danza, como el clásico y el neoclásico. A mí personalmente son estilos que no me gustan mucho, pero entiendo que tienen que existir, porque hay mucha gente a la que sí que le gustan. En cambio, aquí se ha apostado sólo por el contemporáneo, y de un estilo muy concreto: válido, pero del que sólo puede disfrutar una parte del público. Se ha apostado por los laboratorios de creación, y ha quedado un gran vacío. La Caldera mismo ha apostado mucho por eso, y está bien, porque tiene que existir un lugar donde esto se haga, pero hay que abrir otras posibilidades para el público, hay que permitir que coexistan varias opciones... Creo que si hay un proyecto futuro de La Caldera, tendría que pasar por aquí, por abrir puertas a niños, adolescentes, familias...”.