Caldera Express y más

 

A mediados de los 90 empezó a desarrollarse en Europa una red de cooperación entre diferentes organizaciones de las artes escénicas que tenían como objetivo dar apoyo a jóvenes artistas con medios y recursos que pudieran ayudar a la producción de sus creaciones, así como a su difusión. Este proyecto en red terminó por llamarse Junge Hunde aunque en otras lenguas se llamó también Young Blood o Mlade levi, etc…

A partir de una subvención acordada por la Unión Europea con su programa Caleidoscopio, se entró en una segunda fase del proyecto al multiplicarse las posibilidades tanto de producción como de difusión. Las organizaciones que empezaron con Junge Hunde fueron Kampnagel en Hamburgo, The Green Room en Manchester, Monty en Amberes, Bunker en Ljubljana y Kanonhallen en Copenhague.

La finalidad y objetivo principal de la red era y sigue siendo facilitar la conexión entre los jóvenes artistas y conseguir una amplia difusión pública e internacional de sus creaciones. También seguir las tendencias innovadoras en las artes escénicas europeas y crear las condiciones de intercambio y cooperación más allá de los contextos locales y sus fronteras. 

El año 1999, la red Junge Hunde proponía a La Caldera, como extensión del proyecto Caldera Express T-43, entrar como organización en dicho proyecto que comportaba abrirse a proyectos de producción, difusión y formación de carácter innovador para promover a jóvenes creadores. A su vez, implicaba una co-responsabilidad en cuanto a los presupuestos que el trabajo en red sostenía, avalados por las ayudas de la Unión Europea y con fondos públicos de carácter local que garantizaran la continuidad de las diferentes organizaciones en su gran mayoría de carácter asociativo como la misma Caldera.  Pensarse como miembro de una red con estos objetivos era trascender y ampliar las características que el proyectoCaldera Express tenía inicialmente y hacer entrar a La Caldera, como espacio de creación, en un marco de cooperación que trascendiera su propio ámbito de actuación del momento. Un ámbito de actuación que, a mi entender, estaba localizado en la ciudad de Barcelona, con un radio de acción que abarcaba Cataluña y, de vez en cuando, España. Sin embargo, los socios de La Caldera no tuvieron la capacidad para rebasar sus objetivos iniciales, es decir: La Caldera como espacio de ensayos de sus propias creaciones; solamente posteriormente introdujeron otras actividades como talleres, cursos o clases de formación de carácter profesionalizador dentro del ámbito local de la danza.

Esta falta de decisión o voluntad de trascender el propio ámbito de actuación de cada compañía o creador, como socio fundador de La Caldera, se refleja a su vez en las políticas culturales que en estos años llevaba a cabo la Generalitat, el Ministerio o el Ayuntamiento, al favorecer dentro de sus respectivas convocatorias de fondos públicos, la producción y difusión de obra limitada a proyectos de carácter anual que no permitían desarrollar las actividades y prácticas de los agentes culturales de las diferentes  disciplinas artísticas a medio o largo plazo. 

Es decir, las subvenciones respondían a un criterio selectivo de ‘rentabilidad’ en cuanto a capacidad de difusión, estabilidad de los solicitantes, solvencia y capacidad económica de los mismos, etc. de manera que las subvenciones revestían una función de inversión en el mercado cultural, limitando de este modo cualquier iniciativa de carácter innovador que respondiera a criterios de cooperación, formación o desarrollo artístico. 

Dicha falta de criterio y capacidad de las administraciones y también el sometimiento de las iniciativas artísticas a un mercadeo y a una sistematización de las ‘políticas’ sin abrir el diálogo con los diferentes sectores han caracterizado la actuación de dichas administraciones entonces y ahora, más de 10 años después. Una falta de diálogo y de criterios para consensuar las necesidades básicas que permitan un desarrollo de los diferentes sectores mediante el soporte a las actividades y prácticas en los diferentes ámbitos que conforman el trabajo artístico: educativo, social, creador, innovador, divulgador, productor, laboral, etc…

Sin embargo, una iniciativa como La Caldera que nace de una necesidad de compartir recursos, hubiera podido abrir desde sus inicios un programa de actividades que posibilitaran un cambio en la función económica de los recursos de la cultura y de las políticas administrativas, en vez de valorar Caldera Express como un mero proyecto de carácter anual que debía autogestionarse en función de las ayudas públicas que pudiera solicitar, recibir y administrar, y sin embargo debía revertir en dar a La Caldera y a sus socios un espacio de investigación, creación y formación que pudiera dar continuidad a un espacio de carácter público.

La ocasión de hacer de la red Junge Hunde un espacio de aprendizaje, colaboración, apertura que posibilitara generar en La Caldera lo que a partir del 2004 empezó a tomar forma con los convenios que el nuevo gobierno de La Generalitat suscribió, hace que el trabajo de estos largos años de resistencia dejaran una pequeña simiente que, en estos años de crisis que el gobierno utiliza para justificar los recortes en todos los ámbitos que conforman la sociedad civil, hace finalmente que La Caldera haya asumido refundarse con programas y actividades que no la sistematizan ni estabilizan, sino que parece buscar en el riesgo la fuerza de cambiar y abrirse a otro funcionamiento.     

Entre 1999 y 2005 La Caldera Express llevó a cabo actividades relacionadas con la investigación, la escritura, la formación, la creación, la crítica de la danza como disciplina, con seminarios, encuentros, talleres y laboratorios de creación, invitando a creadores, investigadores, editores, pedagogos, nacionales e internacionales. Se abrieron espacios de colaboración con instituciones y otras organizaciones, como fue el caso del proyecto Migraciones en noviembre del 2000 con la colaboración del CCCB e intervenciones en diferentes puntos de la ciudad y en el mismo CCCB, con las aportaciones de artistas como Lone Twin, Boris Nieslony, Óscar Abril Ascaso,  Simona Levi, David Williams, Stuart Lynch con una performance de 24 horas, con muestras de videos, conferencias de Claire Mac Donald y Ric Allsopp (editores de la revista Performance Research), José Antonio Sánchez. O bien en 1999 se llevó a cabo una revisión crítica de los conceptos de coreografía y dramaturgia en una serie de conversaciones y trabajos en proceso que se llevaron a cabo en La Caldera con invitados como André Lepecki, Myriam van Imschoot, Scott de Lahunta, Isabelle Guinot y Diana Theodoris, con la participación artística de Alexis Eupierre, Toni Mira y Sol Picó. O bien a lo largo de todo el período un programa de talleres de creación con creadores como Jordi Cortés, Nigel Charnock, Benoît Lachambre, Julyen Hamilton o DD Dorvillier. O también colaboraciones con otras entidades para la presentación de piezas de diferentes creadores como David Zambrano, Marta Galán, Elena Córdoba, Andrés Corchero, Ana Buitrago, etc…

Todas estas actividades fueron de carácter público, con convocatoria abierta a personas interesadas que estuvieran profesionalmente activas: críticos, dramaturgos, coreógrafos, investigadores e intérpretes. 

Algunas de las actividades fueron pensadas y programadas como espacio de formación, otras buscando un diálogo crítico con otras disciplinas, otras trazando mapas de cooperación y colaboración con otras organizaciones e instituciones tanto locales como internacionales, otras como introducción a otras prácticas de la danza, también se buscó cuestionar los modelos de producción, el uso de las nuevas tecnologías y su interacción con el público, se buscó sacar la danza del público que la conforma con su manera de entenderla como espectáculo o técnica interpretativa, se buscó hacer de La Caldera un espacio en ebullición que generara otras formas de pensar la danza y de desarrollar los procesos de creación, con complicidades y soportes que hicieran de la producción un medio y no una finalidad.

Enlazando con lo que decía antes sobre el momento actual, creo que lo que ahora toca revisar son precisamente las fórmulas que han sido apropiadas por los sistemas administrativos con nuestro propio consenso y connivencia, e impulsar los procesos abiertos a las prácticas colaborativas, más allá de las limitaciones impuestas por las categorías que nos identifican y dividen en disciplinas artísticas y en roles que están determinados por las funciones de producción de la danza. 

Mayo 2013